Ciudadanía Cultural
Iván Vera-Pinto Soto
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Con el paso del tiempo, hemos transformado nuestras conversaciones sobre el fenómeno cultural nacional en algo que se asemeja cada día más a un diálogo entre planificadores. Como si la cultura por la que vivimos fuese asunto exclusivo de funcionarios, leyes, subsidios, convenios, proyectos concursables y designaciones internacionales.
Al respecto estimo que es necesario cambiar el centro de la discusión, es decir debemos avanzar desde un discurso sobre temas como el de las políticas culturales, el papel del Estado y el mercado, el financiamiento de los agentes municipales y la institucionalidad cultural; a una visión de transformación a largo plazo de la vida pública en el ejercicio de una ciudadanía cultural.
Tal como afirma el sociólogo chileno José Joaquín Brunner, "la cultura tiene que ver con un orden de significados completamente distinto: en el fondo, tiene que ver con la capacidad colectiva de producir sentidos, afirmar valores, compartir prácticas e innovar."
A este panorama agreguemos dos ideas muy visibles: Por un lado, vivimos en una época de cambios rápidos y masivos, ésta es sólo una fase acelerada de la modernidad y, por otro lado, necesitamos revalorar la identidad y la cultura local por sobre la cultura transnacional y globalizadora.
En este contexto, la acción de los organismos públicos, creadores y actores culturales debería estar dirigida a reconquistar los espacios sociales y a reconocer las identidades colectivas. Es decir, poner en relieve a los lugares donde los ciudadanos se comunican y se reconocen a si mismo. Esto no significa renunciar a las zonas habituales de creación y difusión de la cultural local: universidades, colegios, centros culturales, salas de teatro, etc.; sino más bien darle una puesta en valor al espacio comunicacional comunal, a la memoria social, a los lugares propios y reconocibles, y por ende, a la cultura popular-urbana.
Por lo mismo, pienso que la Municipalidad, como el principal organismo comunal, debería centrar sus esfuerzos de inversión en la creación de casas de la cultura, las cuales rescatarían la experiencia social, fortalecerían la territorialización de los barrios y aminorarían la ambigüedad cultural. Asimismo, la gestación de una infraestructura de esta naturaleza también permitiría superar la frontera que hoy existe entre la cultura "institucional" y la "popular", creando así un puente de intercambio y de osmosis.
En el escenario propuesto las instituciones deberán ser principalmente facilitadoras de este encuentro. Debemos entender que en la medida que se desarrollen mejor nuestros ciudadanos tendremos una cultura propia más sólida, más arraigada en su historia, más homogénea a lo que venga del exterior y con expresión de mejor calidad. El fortalecimiento de una ciudadanía cultural posibilita a los ciudadanos tener identidad, rumbo, proyecto propio, sentido a su vida, a su trabajo, al ocio, a la calle y a la ciudad.
En definitiva, los ciudadanos deben hacer valer sus derechos para participar en la estructura política, económica y social de su comunidad; pero, además, deben participar activamente de la vida cultural de su ciudad; ejerciendo para ello las libertades de creación y expresión, interviniendo en las redes de oferta y consumo cultural, afiliándose a los circuitos de difusión cultural, incorporándose a la industria cultural e interactuando en los espacios recreativos y culturales que existen en su comuna.
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